Isidoro Yescas*
Afirmar que “el 70 por ciento de las investigaciones que se llevan a cabo en las universidades del país no conducen a nada” y, todavía, que “durante los últimos 30 años no han impactado en la política pública nacional y en la solución de los problemas del entorno”, es demasiado aventurado y revela un escaso conocimiento sobre el estado que guarda la investigación social y científica en México (“Noticias”, 28- noviembre-2024).
Una lectura literal de este párrafo y de todo el discurso pronunciado por el rector de la UABJO, Cristian Carreño López en el acto inaugural del Instituto Flores Magón del Congreso local de Oaxaca, necesariamente obliga a preguntarse: ¿en realidad los trabajos de investigación que por décadas se han llevado a cabo en los centros e institutos de investigación de la UNAM, del IPN y en buena parte de las universidades públicas (incluyendo la UABJO) y privadas del país no han servido para nada?
Es cierto que, aunque sin perder contacto con la realidad, la mayor parte de las investigaciones que se desarrollan en las instituciones de educación superior no han estado ni están vinculadas a las políticas públicas de los gobiernos federal, estatales o municipales, pero esas ausencias se explican porque, en buena medida, las relaciones de cooperación interinstitucional han dependido en buena en medida de factores político-partidistas, de la disposición o indisposición de los gobernantes en turno para apoyarse en las universidades para diseñar y desarrollar sus programas y proyectos y de la capacidad de gestión de recursos financieros de las autoridades universitarias.
Además, la investigación y los (as) investigadores han enfrentado un sinfín de problemas dentro de las propias universidades para desarrollar sus proyectos que solamente a partir de la creación del Conacyt ( hoy Conahcyt) se han mitigado por diversas vías, entre estas con la creación y consolidación del Sistema Nacional de Investigadores.
Un estudio realizado en el 2015 por Cristina Puga y Oscar F. Contreras, del Consejo Mexicano de Ciencias Sociales (Comecso), titulado “Informe sobre las ciencias sociales en México”, da cuenta de las dificultades para el desarrollo de la investigación en nuestro país no obstante que de un total de 831 instituciones educativas de educación superior solamente 1472 entidades académicas de ciencias sociales combinaban los programas docentes de posgrado con la investigación.
Lo anterior solamente por la que corresponde a las ciencias sociales, porque para una visión de conjunto haría falta conocer qué ha ocurrido con las investigaciones en el ámbito de las ciencias médicas y biológicas, por ejemplo.
Además de los estudios que se impulsan desde las universidades, existen otro tipo de investigaciones que se llevan a cabo a solicitud y con el cofinanciamiento de los gobiernos federal o estatales.
Es el caso del estudio multidisciplinario sobre el corredor transístmico que llevó a cabo la UABJO y que el rector Cristian Carreño pone de ejemplo como el nuevo modelo de investigación que se debe impulsar.
Total, que tal vez sus dichos y expresiones a botepronto habría que recuperarlos para exponerlos y debatirlos en un recinto académico, con los docentes e investigadores, no con los legisladores y legisladoras que así como en la antepasada Legislatura aplaudieron la creación de cuatros centros de estudios en el Congreso local, ahora casi todos y todas hicieron mutis con su virtual desaparición.
Aquí también vale la pena preguntarse: ¿los centros de estudios sobre género, opinión pública, economía y estudios parlamentarios los estarían desapareciendo por infuncionales y onerosos? ¿O será porque en la tercera época de Morena como expresión dominante en el Poder Legislativo local hay que promover cambios…para que todo siga igual?
A diferencia del papel que juegan los centros o institutos de investigación en las universidades, en los congresos federal y locales tienen fines más específicos y en su integración y actividades han pesado más factores políticos que académicos.
No obstante, de un lado y otro el compromiso debe estar orientado, en lo general, a ofrecer respuestas y diagnósticos que contribuyan a la toma de decisiones. Y esto último es lo que debe evaluarse para cada caso para no generalizar y hacer afirmaciones que no corresponden al estado que guarda la investigación en nuestro país.
ROSA(s) O BLANCA
En la elección para definir la integración del Comité Ejecutivo del Sindicato de Trabajadores de los Poderes del Estado e Instituciones Descentralizadas de Carácter Estatal de Oaxaca (STPEIDCEO) juegan dos fuerzas políticas: la Planilla Rosa, alineada a los intereses de Rafael Rosas, líder político de los burócratas desde hace más de una década, y la Planilla Blanca, promovida por el gobierno primaveral y cuya cabeza visible es el secretario General, Pedro Castillejos, que hace tres años fuera impulsado por Rafael Rosas.
Hoy, la Planilla Rosa de Rosas va por la continuidad de un poder sindical y político en donde las siglas del PRI han predominado, en tanto que la Planilla Blanca, con todo el apoyo del aparato gubernamental, buscará la alternancia y por esa vía asegurarle a la camarilla gobernante de Morena el control de un importante gremio sindical que, pese a los negocios y arreglos de sus liderazgos con los gobiernos en turno, ha conservado cierta autonomía e independencia de los partidos políticos y del mismo poder ejecutivo.
En un escenario de un juego democrático y con respeto pleno a las reglas establecidas en la convocatoria, en el arranque de las campañas los dados estarían favoreciendo a la Planilla Rosa, que asegura contar con el apoyo mayoritario de la base sindical; sin embargo, está por verse hasta donde el marcado interés gubernamental para tomar el control del STPEIDCEO convierte una elección de voto libre y secreto en una elección de Estado.
*Maestro en Sociología.
X: @YescasIsidoro