Isidoro Yescas*
Que la ciudad de Oaxaca de Juárez ocupe el quinto lugar a nivel nacional (después de la Ciudad de México, Mérida, Guadalajara y Monterrey) en gentrificación dice mucho del avance de este fenómeno que ningún gobierno, a nivel federal, estatal o municipal, ha procurado atender.
Al contrario, lo que se observa es la ausencia de políticas públicas para mitigar sus efectos nocivos expresado en el encarecimiento del arrendamiento, una mayor carestía en el consumo de alimentos, la indebida apropiación de valores culturales de los pueblos originarios y recurrentes expresiones de racismo hacia la población oaxaqueña y su exclusión o acotamiento de algunos espacios públicos .
Según datos oficiales, entre el 2020 y el 2024 el número de turistas en la ciudad capital se duplicó al pasar de 567 mil 803 a un millón, 321 mil 338 (“Animal Político”, marzo 11 del 2025).
La cifra representa una buena señal del interés que despierta nuestra ciudad a nivel nacional e internacional, sin embargo quienes más se benefician (y se han beneficiado) de estas oleadas turísticas son, generalmente, empresarios (hoteleros, restauranteros, propietarios de servicios de transporte turístico), dejando en un segundo y hasta tercer plano a la población dedicada a las artesanías y otras actividades comerciales.
Hay derrame económica, es cierto, pero esas centenas de millones de pesos que ingresan a Oaxaca se van a los bolsillos de unos cuantos.
Con o sin cuarta transformación, el cuento sigue siendo el mismo: después de cada oleada turística desde el Poder Ejecutivo se acostumbra festinar la derrama económica sin que se explique su impacto en el bienestar de la mayoría de la población.
Por ejemplo, durante el 2024 esa “derrama” alcanzó la envidiable cifra de 21 mil millones de pesos.¿Y?
Hoy, el tema de la gentrificación vuelve a colocarse en la vitrina pública, tanto por la reciente manifestación realizada en la ciudad de México en inmediaciones de las colonias Roma y Condesa, como por las actividades culturales organizadas por el gobierno del estado de Oaxaca y que giran en derredor del Primer y Segundo Lunes del Cerro que, para variar, no dejan de tener ese tufo gentrificador ya visto en años anteriores.
Lo que Renato Galicia escribió acerca de la Guelaguetza 2023 (primer año del gobierno primaveral) sigue vigente: “En su versión 2023, la Guelaguetza siguió siendo –junto con la industrialización del mezcal, la sustitución de la cocina indígena y popular por una gastronomía tan exquisita como aberrante o el plagio de diseños textiles- un detonador de la gentrificación que vive Oaxaca” (Oaxaca Media, agosto 5 del 2023).
Hoy, a la mitad del sexenio jarista, todo sigue igual: al amparo de narrativas para exaltar la solidaridad y cultura de nuestros pueblos indígenas y su “reparación histórica” (sic), la gentrificación cultural avanza incontenible a la par que los grandes negocios vinculados a un desarrollo inmobiliario rapaz, la sistemática violación de las leyes municipales en materia del uso del suelo, la acelerada apertura de bares y restaurantes de lujo y con capitales de dudosa procedencia y sostenida con mano de obra barata, etc.
Leyes, reglamentos para regular estos excesos existen, lo que ha faltado es voluntad para hacerlas respetar y poner orden. Y no se ve para cuándo.
*Maestro en Sociología y periodista.
X:@YescasIsidoro