Inicio COLUMNA Opinión. La Resignificación de realidades y necesidades en la religiosidad popular mexicana

Opinión. La Resignificación de realidades y necesidades en la religiosidad popular mexicana

por Agencia Zona Roja

Dulce Hemilse Hernández 

La historia, al ser un reflejo complejo de las realidades humanas, cumple un papel fundamental tanto dentro como fuera de la escuela. En la vida cotidiana, las personas resignifican sus realidades y adaptan sus necesidades a través de procesos culturales y espirituales. 

Este ensayo se centra en cómo, en diversas civilizaciones, lo pagano ha acompañado a lo sagrado, y más específicamente en el contexto mexicano, donde la figura de la Santa Muerte se sincretiza con tradiciones prehispánicas, reflejando una fertilidad cultural única que multiplica las formas en que las comunidades abordan la muerte y la espiritualidad.

En el ámbito de lo profano, la permisividad se manifiesta como una liberación de las normas rígidas impuestas por las instituciones religiosas tradicionales, permitiendo a los devotos explorar virtudes que desafían la moral convencional. En los cultos profanos, las deidades no son meros símbolos de pureza divina, sino entidades que encarnan atributos permisivos, como la indulgencia hacia el pecado, la protección en actividades ilícitas y la aceptación de la dualidad humana. 

Esta atribución de virtudes permisivas refleja una teología alternativa, donde lo sagrado se fusiona con lo mundano, desafiando la dicotomía entre lo divino y lo profano. 

En el culto a la Santa Muerte, una figura popular en México y entre comunidades latinas en Estados Unidos, se le atribuyen virtudes como la misericordia incondicional y la protección contra la muerte prematura, incluso para aquellos involucrados en el crimen organizado o la marginalidad social. 

Esta deidad, a menudo representada como una esqueleto con una guadaña, simboliza una permisividad que trasciende las condenas teológicas cristianas, permitiendo a los fieles reconciliar su fe con comportamientos considerados tabú (Chesnut, 2012).

Sin la dimensión del pasado, resulta complicado entender la realidad presente. La interacción entre historia y vida cotidiana se hace evidente en el papel que juegan los abuelos como creadores y portadores de historia. A través de sus narraciones, transmiten procesos cognitivos que enriquecen la memoria colectiva.

La identidad se convierte en un hilo que atraviesa la historia, ligando las experiencias de diferentes generaciones. La expulsión demusulmanes y judíos de España, por ejemplo, no solo representa un acontecimiento histórico, sino también un proceso de identidad que sigue resonando en la cultura hispanoamericana.

Desde una perspectiva teológica, los cultos profanos invierten las virtudes tradicionales, colocando la permisividad como un atributo central de las deidades. San Judas Tadeo, reconocido en la Iglesia Católica como el patrón de las causas perdidas, es invocado en contextos profanos donde se le atribuyen virtudes permisivas, como la intercesión en situaciones desesperadas que incluyen el delito o la traición. 

Esta reinterpretación teológica contrasta con la ortodoxia cristiana, que enfatiza la redención a través de la obediencia y la penitencia, y en su lugar promueve una permisividad divina que absuelve sin juicio moral estricto. 

Sociológicamente, este fenómeno se explica por el sincretismo religioso en sociedades latinoamericanas, donde las figuras santas se adaptan a las necesidades pragmáticas de los devotos, permitiendo una negociación espiritual con lo profano (Romero, 2018). 

Así, San Judas Tadeo no solo ofrece esperanza en lo imposible, sino que legitima acciones permisivas, como el robo o la venganza, bajo el manto de una fe que tolera la ambigüedad ética. 

La permisividad en los cultos profanos a la Santa Muerte y San Judas Tadeo refleja una respuesta a las desigualdades estructurales y la marginalización en contextos urbanos y rurales de América Latina.

Estos cultos permiten a los individuos, especialmente aquellos en posiciones de vulnerabilidad social, atribuir virtudes permisivas a las deidades, como la protección contra la violencia o la fortuna en negocios ilícitos, sin la condena que impondría una teología institucionalizada. 

Esta dinámica sociológica se alinea con teorías de la religiosidad popular, donde lo profano se convierte en un espacio de empoderamiento, desafiando el control hegemónico de las religiones oficiales (Vásquez, 2011). 

En última instancia, estos cultos ilustran cómo la permisividad profana no solo libera a los devotos de restricciones morales, sino que también fortalece identidades culturales híbridas, integrando elementos indígenas, católicos y modernos en una teología permisiva que valida la complejidad humana.

En el contexto mexicano, San Judas Tadeo se destaca como una figura central en el catolicismo popular, simbólica de la esperanza y la resiliencia. A lo largo de la historia, especialmente durante situaciones de crisis y adversidad, sus devotos han encontrado en él la fuerza para enfrentar los retos cotidianos. 

Esta veneración no es solo un acto de devoción, sino un fenómeno que nutre la identidad de millones de mexicanos, permitiendo que la figura de San Judas trascienda el ámbito religioso para convertirse en un referente cultural y social.

La imagen de San Judas, representado frecuentemente sosteniendo una antorcha y la simbología de su poder, resulta un faro luminoso en tiempos de desesperanza. Su conexión con causas perdidas lo hace especialmente atractivo para quienes enfrentan dificultades, como la pobreza, la violencia o la inseguridad. 

Los fieles, al invocar su nombre y participar en rituales en su honor, no solo buscan alivio para sus problemas, sino que también reafirman su identidad dentro de un marco comunitario que valora la esperanza.

Cada 28 de octubre, la festividad en honor a San Judas Tadeo se transforma en un acontecimiento que convoca a miles de devotos en todo México. Las calles se llenan de fervor, y la devoción se manifiesta en una serie de rituales que van desde la oración hasta la celebración festiva. 

Este momento no solo se convierte en un acto religioso, sino en una reafirmación de la comunidad. Las familias se reúnen, compartiendo historias de milagros y favores recibidos, creando un sentido de pertenencia en la que la figura de San Judas se entrelaza con sus experiencias pasadas y presentes.

En este ambiente, donde lo sagrado y lo cotidiano se cruzan, se forja una narrativa colectiva que se nutre de la fe. Muchas personas, al acercarse a la figura de San Judas, encuentran un espacio para expresarse, para compartir sus luchas y esperanzas. 

En cada fervorosa oración, en cada ofrenda, se reitera la convicción de que su intercesión puede cambiar el rumbo de sus vidas. Así, la figura de San Judas Tadeo se erige como un símbolo de resistencia cultural, que otorga a sus adeptos la fortaleza para enfrentar su realidad.

La figura de San Judas Tadeo no solo representa un ideal de esperanza individual, sino que se entrelaza con la identidad cultural mexicana en su conjunto. La tradición de venerarlo se inscribe en un contexto social donde la búsqueda de apoyo espiritual se convierte en una necesidad palpable frente a situaciones de incertidumbre. 

En las comunidades, la figura de San Judas es un símbolo de resistencia y pertenencia, influyendo en la forma en que las personas construyen sus identidades. Esta devoción también refleja un anhelo compartido de superar la adversidad colectiva, convirtiéndose en un elemento cohesivo que une a las familias y a las comunidades en su lucha diaria.

Además, a través de San Judas, se manifiesta un episodio cultural que trasciende el ámbito religioso. Su festividad, celebrada con alta participación popular, es un testimonio de la forma en que los mexicanos encuentran en su fe un sentido de identidad cultural que fusiona lo religioso con lo social. 

La figura de San Judas se convierte, así, en un baluarte simbólico que manifiesta la complexidad de la espiritualidad mexicana, donde la fe sirve de plataforma para la construcción de una identidad que acepta tanto la lucha como la esperanza.

La Santa Muerte: aceptación de la muerte y conexiones prehispánicas

Mientras San Judas representa la esperanza y la intercesión en tiempos de necesidad, la Santa Muerte aborda la inevitabilidad de la muerte, trayendo consigo un sentido de aceptación que resuena en las experiencias cotidianas de los mexicanos. Esta dualidad permite la exploración de la fe como un acto de resistencia y resignación a la vez, simbolizando la riqueza de la identidad cultural.

La Santa Muerte, en sus diversas representaciones, ofrece un espacio para abordar la muerte desde una perspectiva que, aunque puede parecer sombría, es profundamente humanizadora.

En la tradición mexicana, la figura de la Muerte no es solo un símbolo del final, sino una representación de la continuidad de la vida a través de la muerte. Este entendimiento está arraigado en la cosmovisión de muchas culturas prehispánicas, particularmente en Oaxaca, donde la muerte es entendida como una transición y una forma de celebración.

En Oaxaca, el Día de los Muertos se celebra con una intensidad profundamente arraigada, donde las comunidades se congregan para honrar a sus antepasados a través de altares decorados, ofrendas y rituales que reflejan el respeto hacia los muertos. 

Este enfoque no solo se limita a la veneración, sino que también refleja una aceptación de la muerte como parte integral de la existencia. En este sentido, la Santa Muerte se alinea con prácticas prehispánicas que buscan reconciliar el temor y la fatalidad con una comprensión más profunda y serena de la vida y la muerte.

En las culturas prehispánicas, la muerte se concebía como un ciclo natural que formaba parte de la experiencia humana. En Oaxaca, las tradiciones zapotecas y mixtecas mostraban un respeto profundo por los ancestros y los difuntos, reflejando un entendimiento de la muerte que va más allá de la pérdida. 

Las ceremonias y rituales vinculados a la muerte estabandiseñados para honrar la memoria de aquellos que habían partido, generando un vínculo entre lo terrenal y lo espiritual.

Este legado cultural resuena con el culto a la Santa Muerte, que se alimenta de narrativas distintas pero igualmente complejas respecto a la existencia humana. Esta figura, a pesar de la estigmatización que enfrenta en ciertos sectores, ha ganado significado en el contexto actual, convirtiéndose en un símbolo de consuelo y conexión para aquellos que, al igual que en las culturas antiguas, buscan una explicación y un refugio frente a la adversidad de la vida.

Tanto San Judas Tadeo como la Santa Muerte reflejan la dualidad de la experiencia humana entre la vida y la muerte. Este diálogo trascendente no solo revela las creencias individuales, sino que también es un indicador de cómo las prácticas religiosas pueden adaptarse a las condiciones y necesidades cambiantes de la sociedad. 

La religión en su forma más popular se presenta, por tanto, como un espacio dinámico que responde a los desafíos de la vida cotidiana, permitiendo a las personas encontrar un sentido de pertenencia en un mundo incierto.

La religión popular en México, con su carácter sincrético y adaptativo, actúa como un reflejo de las realidades sociales de sus adeptos, brindando un espacio donde las tradiciones prehispánicas y católicas se entrelazan para enfrentar los desafíos contemporáneos. 

Según la socióloga Florence T. Emmert (1997), “las religiones populares permiten que las comunidades incorporen elementos de diversas tradiciones culturales, ofreciendo respuestas flexibles a sus necesidades espirituales y materiales”. Esta adaptabilidad es fundamental en un contexto donde la violencia y la inseguridad son cotidianos, propiciando que figuras como la Santa Muerte se conviertan en símbolos de protección y resistencia. 

Al ofrecer un enfoque que permite a las personas lidiar con la muerte y el sufrimiento, la religión popular refrenda su relevancia en la vida diaria.

La religión popular actúa como un catalizador para la cohesión social, creando espacios de comunidad y pertenencia donde las personas pueden encontrar consuelo y apoyo mutuo. 

Tal como lo señala el sociólogo José de la Torre (2012), “las festividades religiosas constituyen un capital social que reafirma la identidad colectiva, rescatando la memoria histórica y los vínculos comunitarios”. 

Las celebraciones en honor a San Judas Tadeo y el Día de Muertos no son solo actos de devoción, sino encuentros que renuevan la identidad y el sentido de pertenencia entre los miembros de la comunidad. Este proceso de celebración y recuerdo fortalece la red de apoyo en un entorno donde la individualidad y la alienación pueden ser predominantes.

La dinámica de la religión popular en México se adapta a nuevas realidades sociales, como la migración y la urbanización. La socióloga Patricia López (2015) sugiere que “la religiosidad popular permite que los migrantes mantengan un sentido de continuidad entre sus identidades culturales y sus nuevas realidades, facilitando un espacio donde pueden reconfigurar sus creencias”. 

Al llevar tradiciones religiosas a nuevos contextos, los migrantes crean una especie de diálogo entre el pasado y el presente, reconfigurando su espiritualidad en función de las exigencias del nuevo entorno. Esta adaptabilidad de la religión popular refuerza su papel como un recurso vital para la resiliencia cultural y la búsqueda de significado en tiempos inciertos.

Este ensayo destaca, así, la importancia de resignificar las realidades a través de la espiritualidad y la memoria histórica, creando narrativas que ligan el pasado y el presente, y que continúan influyendo en la identidad de las comunidades en un contexto en constante cambio.

Referencias

Blancarte, R. (2010). La religión en la vida cotidiana de los mexicanos. México: Fondo de Cultura Económica.

Boullosa, C. (2008). La Santa Muerte: un culto emergente en México. México: Alfaguara.

Chesnut, R. A. (2012). Devoted to death: Santa Muerte, the skeleton saint. Oxford University Press.

De la Torre, J. (2012). La religiosidad popular: Identidad y comunidad en las prácticas sociales. México: Siglo XXI Editores.

Emmert, F. T. (1997). Religión popular y transformación social en México. México: El Colegio de México.

Esquival, M. del C. (2019). La construcción de la Santísima Muerte en la cultura popular mexicana. México: Editorial Planeta.

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