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Opinión. Los responsos: el recuerdo y la misericordia.

por Agencia Zona Roja

Dulce Hemilse Hernández Matías*

Concédele, Señor, el descanso eterno, y brille para ella la luz perpetua. 

Los responsos son oraciones o cantos litúrgicos que se dicen alrededor del alma del difunto, suplicando por su descanso y la misericordia divina. Esta costumbre desciende directamente de la tradición litúrgica de la Iglesia, particularmente en el rito católico (ya sea romano u oriental), y en menor grado en varios otros grupos cristianos.

Yo soy la resurrección y la vida –dice el Señor–; quien cree en Mí, aunque haya muerto, vivirá; y todo el que vive y cree en Mí no morirá eternamente. (cfr. Juan 11, 25-26)

El principio teológico subyacente a la forma de los responsos fue, y sigue siendo, el de la comunión de los santos, según el cual la oración de intercesión es eficaz. La Iglesia Católica enseña que los fieles pueden y deben rezar por los muertos, especialmente a través de oraciones por el descanso eterno de las almas, pero también, cuando se cree necesario, entre otras cosas después de que hayan muerto, para que Dios pueda tomar acciones particulares hacia ellos para mejorar juicios condenatorios (como se indica en los párrafos 1032–1033 del Catecismo de la Iglesia Católica).

Los responsos datan de antes de la mitad del siglo IX, cuando formaban parte del oficio de difuntos. Están basados en antiguas oraciones judías y cristianas por los muertos. Los textos para estos cantos se encontraban ya en antiguos sacramentarios y en los breviarios latinos y se cantaban en servicios de vigilia funeraria y en el momento del entierro como un signo de respeto, acompañado de la esperanza de que todos los difuntos resucitarán.

La forma del responso generalmente consiste en versos cortos y repetitivos, lo que facilita la meditación y el canto comunitario.

Generalmente como un canto responsorial muy breve. Un solista o cantor canta un verso, y el grupo responde con un estribillo, apelando a Cristo o a la Virgen por el descanso de las almas. 

La base teológica fundamental de la práctica de los responsos proviene de la Sagrada Escritura al Magisterio. Con respecto a los que ya han muerto, la Biblia, en lugares como 2 Macabeos 12,43-46, habla de la oración por ellos y se encuentran alusiones en el Nuevo Testamento a la comunicación entre vivos y muertos (Hechos de los Apóstoles; Romanos 14), una última pregunta es sobre la misericordia de Dios.

El catecismo católico enfatiza que las oraciones por los muertos son beneficiosas y eficaces (1032-1033). Además, la pareja nupcial y/o los congregantes rezaban varios textos responsoriales y antífonas encontrados en los libros litúrgicos oficiales (es decir, Misal Romano, Leccionario) destinados a los responsos.

La tradición también se basa en fuentes patrísticas, pues poco se escribió sobre el purgatorio por los escritores cristianos primitivos que precedieron a los autores de los cuatro Evangelios que tenemos hoy; sin embargo, aquellos que escribieron sobre la oración enfatizaron su necesidad para las almas.

Con los responsos se llama la atención hacia un aspecto sacerdotal de la fe: su naturaleza comunitaria y sacramental; y hacia la relación de los miembros vivos y muertos de la comunidad cristiana. La estructura responsorial no solo promueve el compartir litúrgico, sino que también encarna una dimensión fundamental de la vida espiritual cristiana: la relación entre los que viven y los que han muerto.

Tú que lloraste ante la tumba de tu amigo Lázaro, dígnate enjugar

las lágrimas de quienes lloramos la muerte de nuestros hermanos.

R/. Te lo pedimos, Señor.

Desarrollados a lo largo de los siglos, estos cantos han respondido a cada época litúrgica, incluyendo la del Rito Romano Tradicional, así como los ritos reformados de la Misa y el Oficio después del Concilio Vaticano II.

Los responsos se han convertido en un fenómeno religioso y en la actualidad cultural en Tlacolula de Matamoros. El objeto llevado al cementerio para dar la bienvenida a la visita de seres queridos fallecidos que se conmemora quince días después del 2 de noviembre, es una de las manifestaciones más características de la cultura mexicana. Ha preservado durante siglos una profunda espiritualidad que es una mezcla de catolicismo y creencias indígenas prehispánicas.

Las antífonas pueden ser consideradas como una reliquia de pueblos que adoran al dios de sus padres. Esta mezcla de culturas ha permitido que las ceremonias evolucionen y cambien a lo largo de muchas generaciones. Desde tiempos antiguos, se realizaban ceremonias de luto prehispánicas para hacer que los muertos se sintieran a gusto en su viaje hacia el más allá. Hoy son una tradición transmitida de generación en generación, el Día de los Muertos y los responsos.

En Tlacolula, los responsos son más que simples oraciones; son exclamaciones comunitarias que evocan la memoria común. En estos días, la gente del pueblo se congrega en el cementerio para recordar a sus difuntos, transformándolo así en un lugar donde el mundo de los vivos y el de los muertos convergen. Este “salón de memorias” reúne a familiares y amigos, que se congregan no solo para presenciar el dolor, sino también para recordar las vidas que han hilado a través de muchas otras.

Una de las características de los responsos es el efecto teatral al que con frecuencia quedan reducidos. Es un acto de recuerdo no teatral en el que los actores participan en un memorial que se sitúa entre este mundo y el siguiente. Es una representación dramática que añadiría al ritual para que quienes participen no solo experimenten una tradición, sino algo vivo y vital en lo que puedan ser movidos e involucrados.

Yo, Juan, oí una voz que decía desde el cielo:

—«Escribe: ¡Dichosos ya los muertos que mueren en el Señor! Si (dice

el Espíritu), que descansen de sus fatigas, porque sus obras los

acompañan

Palabra de Dios.( Apocalipsis 14, 13)

En una cultura que celebra lo inmediato, conmemorar a nuestros muertos es de vital importancia. “Hoy, en este gran cambio de familias y sociedad donde todo avanza tan rápido,” los responsos se mantienen como un lugar “donde el luto ya no es soledad.” Esta es una práctica cultural que lleva a la comunidad más allá de la persona, y permite el duelo colectivo.

Para muchos, los responsos son uno de los rituales más únicos de Oaxaca, conectando la historia y la memoria con la vida comunitaria. A través de las conexiones familiares y honrar a aquellos que vinieron antes que nosotros se vuelven significativas.

La memoria de los muertos es más que recordar sus rostros: invita a la reflexión sobre nuestro propio lugar en el tiempo.

En noviembre 2025, desde el diecisiete hasta el diecinueve, en Tlacolula de Matamoros se celebrará «Los responsos.» Será una serie de actividades culturales y religiosas que rinden homenaje a los «fieles difuntos» (aquellos que han muerto en perfecta gracia). La misa en el anfiteatro inicia el 17 de noviembre por la mañana. Las familias aprovechan para visitar cementerios, donde los pobladores de Tlacolula comparten comidas y bebidas en honor a sus muertos. Se tocan canciones durante los tres días. 

 Señor, de la oscuridad de la muerte

y haz que contigo goce en el festín de las bodas eternas;

que se alegre en tu reino, su verdadera patria,

donde no hay ni tristeza ni muerte,

donde todo es vida y alegría sin fin,

y contemple tu rostro glorioso

por los siglos de los siglos.

R. Amén.

Los responsos de Tlacolula, aunque parte de una tradición general, se caracterizan por un color local. Este es un ritual oral que combina elementos de espiritualidad y lo cotidiano, para continuar las relaciones con aquellos que hemos amado. En esta mezcla de lo sagrado y el amor terrenal, los responsos surgen como un acto primordial que hace lo esencial; celebrar la vida y el amor, pero relacionar palabras para recordar a aquellos que se han ido de nosotros con aquellos que aún permanecen aquí.

Descanse en paz.

* Licenciada en Desarrollo Educativo y Maestra en Historia.

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