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Opinión. Oaxaca no es Ámsterdan

por Agencia Zona Roja

Néstor Y. Sánchez Islas

La información decía algo más o menos así: “Por instrucciones del edil capitalino no se detendrá ni molestará a personas en la calle que estén fumando mariguana”. Y decía más: el parque “El Llano” se había convertido en un fumadero.

Es un hecho que gozamos de libertades, pero también que hacemos un uso abusivo de ellas cuando nos conviene. Tolerar el uso de un parque familiar para consumo de mariguana es libertinaje.

La comparación con Ámsterdam es inmediata dada la fama de tolerancia hacia el consumo de cannabis con que se vive allá. Pero está muy lejos de Oaxaca, no solo por la distancia física sino porque nuestras sociedades y comportamiento cívico están en extremos opuestos.

En algunas ciudades holandesas se permiten cosas que aquí nos llaman la atención. Además de la despenalización del consumo de yerba se permite la prostitución y las mujeres que se dedican a ello son respetadas, consideras trabajadoras y cuentan con derechos sociales.

Es necesario diferenciar que una cosa es la despenalización del consumo y otras la legalización de las drogas. En Holanda las drogas son ilegales, todas, y la tolerancia solo aplica a las llamadas drogas blandas. Cocaína, éxtasis o heroína son ejemplo de drogas duras y para ellas no hay tolerancia.

El consumo de mariguana en aquel país está permitido en cafeterías especialmente dedicadas a ello. Son cafeterías, pero no venden café ni alcohol, pero si una variedad de productos, como galletas, pasteles y alimentos con contenido de cannabis. Quienes han visitado Ámsterdam hablan del peculiar olor que se percibe en las calles, el olor al que aquí le decimos “petate quemado”.

En aquellas tierras existen estrictos reglamentos que se aplican a la venta y consumo: no debe haber consumo a distancias menores a 250 metros de las escuelas, no se puede hacer apología de estas y nadie puede poseer más de 5 gramos; para una cafetería el máximo permitido es de 500 gr y pagan impuestos a tasas del 50% de sus ingresos, es decir, el consumo deja un beneficio directo a las arcas municipales.

La tolerancia al consumo provocó toda una ola de turismo de la mariguana, por ello mismo, otra de las regulaciones es que únicamente les venden a los residentes holandeses o extranjeros acompañados de residentes. La imagen de la diversión sin límites es una utopía, no se permite y, allá a diferencia de Oaxaca, es un lugar en donde las leyes si se aplican y fumar en sitios públicos está estrictamente prohibido; no andan por las calles con su “churro”.

En mi concepto de libertad estoy de acuerdo en que no se castigue a nadie por consumirla, ni el cannabis ni la que elijan siempre y cuando no se provoque un daño a un tercero, por tanto, el consumo debe realizarse en sitios privados y no públicos, mucho menos en zonas de esparcimiento familiar.

Podría ser alarmante, si fuera el caso, pretender atraer turismo de esta forma. Y no es exagerado pensar que, dado que las autoridades estatales y municipales quieren más turismo a cualquier precio, alguien dentro de los equipos de gobierno haya sugerido la genial idea.

Oaxaca no es Ámsterdam y aquí las leyes y reglamentos sirven lo mismo que la carabina de Ambrosio. Pretender convertirse en una ciudad de vanguardia, educadora dice la propaganda municipal, sin construir primero un capital social es inútil y populista. El pragmatismo holandés está construido sobre siglos de apertura, y tolerancia que permiten llenar los vacíos legales con una conducta cívica y responsable que aquí no tenemos. Por ello mismo, Holanda es paradigma del uso de la bicicleta, de los matrimonios igualitarios, de la aceptación de los judíos y del consumo de yerba, entre otros avances.

El capital social que Oaxaca necesita tardará algunas generaciones en renovarse. Mientras la educación esté en manos de las mafias que hoy lo detentan habremos de seguir a la retaguardia de todo y mal copiando lo que hacen en otras latitudes.

EJECUCIÓN

Gastó el ayuntamiento cuantiosos recursos en una pomposa feria de comideras oaxaqueñas, un evento que resultó ajeno a los que aquí vivimos, aunque resultó atractivo para los turistas. En redes sociales hubo críticas por lo que se consideró dispendio, favoritismo y un gasto que no debió hacerse ante el estado ruinoso de la capital.

Apenas unas horas después de la conclusión del festival fue asesinado el chef Arcadio Alcázar Fuentes. Ni bien saboreaban las mieles del éxito culinario cuando llegó el derrumbe. Ya nadie habló del costoso evento, las redes, los portales digitales, la radio y la prensa escrita destacaron en primera plana el hecho, en lo local y en lo nacional.

La ejecución del joven, conocido y destacado chef es un recordatorio de que, al igual que otras ciudades del país, por nuestras calles, de forma cotidiana, circulan en sus motocicletas jóvenes sicarios. Es un hecho, la política de abrazos y no balazos es un absoluto fracaso.

Twitter @nestoryuri

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