Néstor Y. Sánchez Islas
Pocas veces el nombre de un evento aplicado por un funcionario lo ha descrito en su verdadero ser: la “semana del antojo”, realizada durante las fiestas de los Lunes del Cerro en el “Llano”, alrededor del monumento a don Benito Juárez.
Diversos grupos y vecinos pidieron, y después exigieron al gobierno, no realizar dicho evento en uno de nuestros pocos parques públicos que aún son centro de reunión y convivencia familiar. Pesó más el antojo de la titular de turismo, doña Saymi Pineda, que las razones para proteger el patrimonio urbano y los pocos árboles que ahí sobreviven.
Las consecuencias son visibles y están documentadas. A las flora le arrojaron aguas jabonosas, aceites y grasas de los alimentos, algunos orines y basura a manos llenas. La reja ornamental que rodeaba el hemiciclo desapareció, los pisos de cantera están destrozados y nadie ha respondido por los daños. Del ayuntamiento no esperemos nada. Al momento que usted lea esto, ya estará instalada otra gran carpa en el mismo sitio para algún otro evento.
Al mismo tiempo de la feria del antojo se instaló otra “expoferia” a un costado de la iglesia de Guadalupe, con lo mismo de siempre: textiles, antojitos grasientos, tallas de madera (falsos alebrijes) y otras artesanías. El ayuntamiento no dejó un solo espacio sin vender.
Además del daño físico provocado al patrimonio histórico de los oaxaqueños la demostración de poder, la capacidad de antojo demostrada fue innecesaria. Los mensajes que dejan están claros. Lo que en otros estaba mal, en ellos está bien. Tienen todo el poder y están dispuestos a usarlo. Pesa más el futurismo que el respeto al patrimonio ajeno, lo que desenmascara el supuesto juarismo de quienes son parte de la 4T.
La ciudad de Oaxaca no es propiedad de quienes de forma temporal ejercen el poder, su obligación es administrar los recursos para su cuidado y mantenimiento.
Convertir a la Verde Antequera en una gran cantina y fumadero de mariguana no es sinónimo de progresismo ni de avances sociales. Si bien es paradójico que la riqueza de Oaxaca se esté construyendo sobre la producción de una bebida alcohólica que provoca daños y miles de muertes al año, eso no quiere decir que debamos aguantar que en cada espacio público se consuma de manera abierta, sin respeto para la gran mayoría que ni toma en exceso ni le agrada consumir hierba.
Por las colonias de la ciudad se abren nuevos antros en los que se consumen grandes cantidades de licor y se produce una cantidad considerable de ruido. El turismo de reuniones, como pomposamente se le llama a la organización de bodas y eventos ruidosos, es un gran contaminador visual y sonoro del centro histórico. La derrama económica que produce no justifica que acaben con la vida de los vecinos de esos salones.
La llegada masiva de turistas y la necesidad de ofertarles vida nocturna ha servido como justificación para esta insana tolerancia, agravaba por las fiestas de julio en que se realiza la feria del mezcal. Los videos de jóvenes sacados a rastras del lugar dieron la vuelta al mundo a través de las redes. Esa imagen es la que se guarda en la mente de la gente. Todo el trabajo que se realiza para la promoción cultural quedó destruido en apenas unos segundos que duró la grabación. Ese es el verdadero mensaje que se transmite de nuestra señorial ciudad: somos una cantina a cielo abierto.
Cada día que pasa se descubren más errores, y horrores, en los Libros de Texto Gratuitos, LTG, sencillamente mienten. Es un escándalo la superficialidad con que el gobierno toma un asunto tan serio.
Con información de Pedro Sila Alanís en EL IMPARCIAL, nos enteramos de que, en su ignorancia infinita, los autores de los LTG incluyen a los alebrijes como artesanía oaxaqueña. Ni siquiera investigaron nada, simplemente aplicaron la técnica de la ministra Yasmín Esquivel de copiar y pegar textos ajenos.
Legalmente en Oaxaca no se pueden producir “alebrijes”. Las tallas de madera que aquí se producen deben llamarse “tonas o nahuales”, a pesar de que el fenómeno del nahualismo se dio más en otras culturas mesoamericanas que en la zapoteca, se les dio ese nombre. Esas figuras de madera son un plagio de los alebrijes de cartón de Pedro Linares, el inventor de los monos y de la palabra que los nombra. Los alebrijes están reconocidos como patrimonio cultural de la CDMX.
En el pintado tampoco son originales. En su primera etapa estaban decorados con pinturas fluorescentes. La siguiente etapa fue una especie de puntillismo y la etapa actual, grecas le llaman, es una copia de la técnica del teselado, que consiste en llenar de figuras geométricas una superficie. Esta técnica fue desarrollada por los árabes gracias a sus conocimiento en matemáticas hace mil años. Del arte musulmán se difundió para el mundo y fue copiado por campesinos oaxaqueños convertidos en artesanos moneros en años recientes. Ni los alebrijes ni el teselado son oaxaqueños ni ancestrales.
nestoryuri@yahoo.com