Inicio COLUMNA Opinión. Estamos llenos de maldad

Opinión. Estamos llenos de maldad

por Agencia Zona Roja

Diego Enrique Osorno*

Cuando Jodie Foster aceptó interpretar a la detective Clarice en “El Silencio de los inocentes”, otras actrices de Hollywood habían rechazado antes el personaje porque consideraban demasiado lúgubre la historia relatada en el guión de Jonathan Demme y Ted Tally.

Foster no dudó en aceptar pese a que acababa de sufrir de manera directa una experiencia traumática tras haber sido acosada por un fanático que se había obsesionado con ella al verla en Taxi Driver. La situación escaló a una dimensión aún más grave después de que el tipo intentara asesinar al presidente Ronald Reagan, con el fin de lograr la atención de la joven actriz.

Para ciertos ejecutivos de estudios, uno de los aspectos más preocupantes del guion era darle una serie de rasgos cautivantes al villano caníbal de la película. El personaje de Hannibal Lecter, pensaban, era más atractivo que el de la heroína, lo cual iba contra el canon prevaleciente en la industria hollywoodense de esos años.

Todavía faltaba algo de tiempo para que irrumpieran de manera estelar en las pantallas antihéroes como Heisenberg, Tony Soprano, Dexter… El primer villano del cine industrial que se volvió adorado por una audiencia masiva fue Hannibal Lecter.

Pregunto a Luis de Tavira sobre este fenómeno de la cultura de masas y la atracción que causan los personajes complejos inspirados en la realidad.

“Estábamos hablando de la verdad, de la construcción de la verdad, y eso nos lleva también a hablar de la mentira, que nos traslada inmediatamente al problema del mal, y de en qué consiste el mal. Cuando un personaje va a ser un detonante de este enigma sobre la maldad y la crueldad, pienso que el principal accidente, problema o fracaso reside en que haya sido convertido en un personaje dramático siendo un personaje trágico.

“El melodrama es simplificador y evidentemente el realismo, como tú decías, es complejización, porque la realidad es compleja. El melodrama maniqueo, como bien dices, divide las cosas en buenos y malos, entonces, esto lleva a la mentira. Es también esta obligación del final feliz de Hollywood y de la industria que no soporta el testimonio brutal de la frustración o de la desgracia como un testimonio de la vida, como podría pasar con grandes creadores que nos han mostrado el alma asesina que hay en cada uno de nosotros.

“Hannibal es un hombre interesantísimo, inteligentísimo… es, tal vez, como le pareció Ballí a Harris en su primer encuentro con él, entonces, claro, las personas no somos simplemente buenos o malos, estamos llenos de maldad, pero ¿por qué? Por miedo, por el sufrimiento, pero también podemos sucumbir a la terrible tentación de la bondad y esto es lo que nos da la complejidad.

“Cuando esto se simplifica para hacer a un villano que entra en ese maniqueísmo de buenos-malos, ricos-pobres, verdugos-víctimas, bueno, estamos en la telenovela o en Hollywood, que evidentemente no es capaz de procesar, por razones de mercado, la hondura y la complejidad de lo que se le propone, y entonces ahí hay que hacer concesiones al mercado, pero esto conlleva a la complicidad en la idiotización que banaliza el testimonio más conmovedor de la maldad y de lo siniestro”.

—¿Cómo podemos abordar el asunto del bien y el mal?

—El bien y el mal, en principio, son ideas platónicas que pertenecen al cielo de las ideas, no a la realidad. ¿Qué sería el bien o qué sería el mal? Lo que sí está claro es que sin uno no se explica el otro. Son las dos caras del anverso y reverso de algo que llamamos así pero que hemos convertido en adjetivos y eso es un gran error; es decir, el bien o el mal sirven para decir que algo es bueno o algo es malo y no, la idea no es la idea original, es nombrar una esencia de una posibilidad de lo que es saber qué está haciendo, de que eso que es y está haciendo puede ser en un sentido, puede ser en el otro, es decir, nadie nace malo, nadie nace bueno, nadie es malo, nadie es bueno… Es como la verdad o como la mentira: se hacen desde antes de conocerlas, luego venimos a conocer eso que se hizo, pero que son ante todo, acciones, en algún sentido.

El mal es una negación. No hablemos del mal en el sentido de la odisea del mal, de un terremoto o del mar cósmico, del castigo de los dioses o de un dios castigador que va a hacer llover fuego en Sodoma y Gomorra… Hablemos de la posibilidad que da atrevernos a pensar en la libertad, es decir, en la capacidad de hacernos responsables de lo que hacemos y lo que nos tiene que sacar del esquema melodramático de verdugos y víctimas.

El sujeto de la libertad es la conciencia. Hemos entendido el bien y el mal en el territorio de la moral y esa es otra pista equivocada, porque la moral es la ley externa, la moral es un precepto, es algo que si no cumplo, me lleva al castigo o a ser perseguido y genera el más perverso sentimiento del que el ser humano es capaz, el cual se llama culpa, que no es otra cosa que una autovenganza para descalificarme y entonces negarme como sujeto de la responsabilidad.

En lugar de hacernos responsables, nos sentimos culpables, y entonces tenemos a los fariseos. ¡Es clarísimo!, ¡ahí está el autoengaño! Por eso yo veo en la raíz de esto que llamamos el mal, a la mentira, en el autoengañarnos….

—¿Y el caso del bien?

—Prefiero la lógica de la bondad. La bondad no es obligatoria, la bondad es seductora, la bondad no se transgrede, es inmediata y es fáctica, es práctica. Ahí hay alguien caído, lastimado, entonces, ¿te detienes o pasas de largo? Lo que quieras, pero lo que hagas definirá quién eres… ¿Qué hay en el fondo?

Antes de este caníbal hay otros en la mitología clásica trágica. Hay una caníbal maravillosa que es Pentesilea, recuperada en un texto que se escribe para completar ese vacío que dejó Homero entre la Ilíada y la Odisea, porque la Ilíada termina con el momento en que entran a Troya y la Odisea empieza cuando ya ha muerto Aquiles, entonces, ¿cómo murió Aquiles? Está que si la flecha en el talón o lo que sea, pero este otro mito nos cuenta la entrada en la guerra de Troya, de las Amazonas y de una amazona que se soltó a la cacería de los hombres de los pies ligeros, dice Homero, lo persiguió, y se apasionó y se enamoró de Aquiles, entonces lo que propone el mito de Pentesilea es que lo cazó porque lo amaba y una vez que lo tuvo amado, el otro se dejó apresar y se dejó amar, y entonces, lo que sucedió es que las otras amazonas, escandalizadas, los dejan amarse ahí entre las dunas y cuando regresan encuentran que el cuerpo de Aquiles son unos huesos y que la mujer se lo ha devorado, entonces le preguntan, ¿donde está Aquiles?, ¿qué hiciste? Y Pentesilea dice ‘no sé en que momento pasé de los besos a los mordiscos y lo quise tanto que me lo comí…’

Eso está ahí, en este mito antiquísimo. La pasión de Pentesilea es una representación caníbal… pero está también el concepto fundamental de la catarsis… 

Continuará…

*Escritor y periodista.

@DiegoEOsorno

Tambien le puede interesar: