Néstor Y. Sánchez Islas.
Dos instituciones del Estado reúnen sobre su conducta el símbolo absoluto de la corrupción. Ellas mismas se bastan y se sobran como referentes de lo más podrido del sistema político que nos gobierna y quienes son parte de ellas gozan con el poder que tienen sobre la gente común y corriente para cometer todo tipo de atropellos.
En Oaxaca estas dos instituciones son potenciadas por la autonomía municipal interpretada y aplicada a modo por los presidentes en turno. La atomización municipal de Oaxaca es uno de sus más pesados lastres. Hacer un pequeño viaje de aquí al aeropuerto significa cruzar, por lo menos, el territorio de cinco municipios, lo que significa que estamos a merced de 5 policías viales municipales, cada una con sus propios reglamentos, multas y extorsiones.
Nuevamente se viralizó en redes sociales el caso de otro conductor que exhibió la desproporción de las sanciones aplicadas respecto de la supuesta falta, en este caso, de Santa Cruz Amilpas. La perla del enredo la protagonizó su propio munícipe al declarar a través de un video, “que todo aquel que atreviese por el territorio de su municipio debe atenerse a sus reglas”. Con esa postura caciquil no tardarán en pedirnos visa para transitar lo que consideran sus cotos privados.
La autonomía municipal permite a los municipios gobernarse a sí mismos en el supuesto de que, al ser el nivel de gobierno más cercano a la gente, puede y debe adaptarse a las necesidades específicas de sus habitantes. Esta autonomía permite que cada municipio, a través de su ayuntamiento, pueda ejercer autonomía y facultades para establecer sus reglamentos y dictar sus propias normas. Esto supone que en Oaxaca existen más de 570 modalidades de normas y reglamentos, lo que se convierte en un pesado lastre burocrático.
Pero lo autonomía municipal no es la panacea, y lo padecemos todos los días en los pésimos servicios que nos ofrece a cambio de onerosos impuestos y extorsiones a través de inspectores y policías. El eterno problema de los municipios es su falta de recursos, pero porque la mayor parte de ellos son para pagar sus abultadas nóminas y, lo que sobra, lo aplican en beneficio de la comunidad.
La autonomía municipal es un excelente caldo de cultivo para la corrupción. La gran cantidad de terrazas o modificaciones al uso de suelo de nuestra capital y en el interior del estado son ejemplo de ello. Y la corrupción conduce a la agudización de la desigualdad. Tenemos municipios que son oasis de zonas residenciales con muchos servicios públicos que contrastan con zonas olvidadas carentes de lo básico.
Siendo tan pequeños los municipios oaxaqueños que rodean la capital se manejan como entidades autónomas que no se coordinan con las de municipios vecinos. Problemas de introducción de drenaje, seguridad o agua potable son causados por esta aplicación de la mal entendida autonomía municipal que los conduce a creerse territorios independientes para aplicar su ley a modo, pero absolutamente dependientes de las participaciones federales que exigen con protestas y bloqueos.
Este mal manejo de la autonomía exacerba la corrupción de policías viales e inspectores de todo tipo. No es un secreto que para la mayoría de los mexicanos la policía vial es la autoridad más corrupta de todas.
¿Cuál debería ser la función principal de la policía vial? Cuidar la seguridad en las vialidades, la vida, los bienes y la integridad de las personas que transitan por calles y avenidas. En los hechos, las policías viales son máquinas de extracción de dinero de los bolsillos de la gente, una parte del cual se queda en los suyos propios y otra va a dar alas arcas municipales. Mediante “operativos” detienen, extorsionan y, en algunos estados, hasta han entregado a los detenidos al crimen organizado para que los desaparezcan. La mala fama de las policías de Xoxo, Santa Lucía del Camino y San Jacinto Amilpas es de antología.
Pero la función más odiosa de la policía vial es montar ostentosos aparatos de seguridad en torno a funcionarios para darles protección, son guaruras, distrayendo elementos y recursos en detrimento de todos nosotros.
EL LLANO.
La destrucción del Llano causada por la empresa que contrató el gobierno del estado para su pista de hielo es una muestra de la falta de respeto y desdén que desde el propio gobierno se tiene por el patrimonio edificado, símbolo y orgullo de Oaxaca.
La primera afrenta fue poner la desairada feria. Muy poca gente acudió. Por transparencia deberíamos conocer cuánto costó para tener una idea de la magnitud del moche. La segunda fue un crimen peor. Al desmontar la feriecita subieron un enorme tráiler a la plancha del parque. Las imágenes se difundieron en redes y no pueden desmentirlas.
Si nos quejamos de la corrupción de los anteriores gobiernos ahora nos seguimos quejando de la corrupción del actual, pero potenciada por la soberbia de su conducta por creerse moralmente superiores.
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