Néstor Y. Sánchez Islas.
Acostumbrados al aislamiento que durante siglos vivimos los oaxaqueños es ahora un choque entrar en contacto con los miles de extranjeros que están llegando a través de caravanas migrantes.
El aislamiento de tantos siglos moldeó nuestra cultura. En nuestro territorio habitan muchas etnias y se hablan por lo menos 16 lenguas. De una cuenca a otra las diferencias son enormes porque, aunque apenas están separados por unas cuantas decenas de kilómetros, es tan difícil nuestra orografía que viajar de una a otra en siglos pasados era muy difícil.
Siendo Oaxaca una tierra tradicionalmente expulsora de migrantes desarrolló una cultura y un discurso contra el gringo explotador. Existen organizaciones de migrantes oaxaqueños en ambos lados de la frontera que trabajan por el respeto a los derechos humanos y laborales de quienes ya abandonaron su tierra natal.
Hoy estamos adoptando frente a los sudamericanos que están llegando la misma actitud que el gringo toma frente a un mexicano en los Estados Unidos. Hay algo que no está bien. Una sencilla búsqueda en internet nos muestra los comentarios de algunos lectores de la información publicada por los medios sobre la caravana en camino. Dado que las redes nos otorgan el manto protector del anonimato, las opiniones son abiertamente nazis. Hay un profundo rechazo a su presencia en nuestras calles. Los califican de delincuentes, pandilleros, sucios, irrespetuosos y muchos otras descalificaciones en un tono muy similar al que utiliza Donald Trump y la ultraderecha gringa.
No he tenido que enfrentarme a la presencia de ellos afuera de mi casa, pero probablemente también me sentiría contrariado por tenerlos tan cerca. No estamos preparados para recibir este tipo de migración porque las oleadas anteriores han sido de europeos, personas blancas, o de sudamericanos de niveles académicos.
En su obra “El laberinto de la Soledad”, Paz examina y explica la xenofobia y el rechazo de parte del mexicano al extranjero debido a una profunda inseguridad y complejo de inferioridad. El contexto de la obra de Paz es muy diferente al actual. En los años 50 recibimos exiliados europeos y mandábamos braceros a los Estados Unidos. El contexto actual cambió. Seguimos expulsando mano de obras, pero los migrantes ya no son blancos sino gente de piel oscura, como muchos de nosotros.
El rechazo a lo diferente nos coloca al mismo nivel de quienes odian a los mexicanos viviendo en el extranjero, esa postura nos arrebata toda autoridad moral para exigir un respeto que nosotros no sentimos. Lástima tal vez, pero no respeto. Paz argumenta que ese miedo es el reflejo de nuestra propia inseguridad.
Quienes hoy vienen caminando por las carreteras del istmo en medio de esta ola de calor, hombres, mujeres embarazadas y niños, son víctimas de la política exterior de México. Recién llegado al poder, el presidente AMLO declaró que las caravanas eran bienvenidas y eso desató un enorme flujo migratorio. No creo que el presidente sea una buena persona, creo que los usó como su principal arma para doblegar al gobierno norteamericano. Con Trump se dobló, con Biden anda de retador a pesar de los avisos que ya le dio la DEA sobre investigaciones de dinero del narco en sus campañas presidenciales.
El diagnóstico que el presidente da a la migración está totalmente sesgado, para nada es lo sencillo que él lo plantea. Usa de manera convenenciera la Teoría Neoclásica de la migración para explicarla, aquella que dice que las únicas razones de la migración son las económicas y, en nombre de ellas, quiere obligar a los norteamericanos a destinar miles de millones de dólares a Centroamérica.
Si bien la teoría neoclásica de la migración ofrece una base importante para comprender las motivaciones económicas detrás de la migración, también tiene limitaciones significativas al no considerar adecuadamente la complejidad de los factores sociales, políticos y estructurales que influyen en los procesos migratorios. Quienes vienen de Cuba, Venezuela y Nicaragua no solo vienen por razones económicas. Con ese solo ejemplo se desmiente la versión presidencial.
Nos cuesta mucho trabajo aceptar a los migrantes tan cerca de nosotros. No solo es su aspecto físico, yo creo que también su pobreza es la que nos espanta. Este ciclo migratorio está lejos de finalizar y vendrán muchos más en camino. No quieren quedarse en México, nos temen y nos odian. Mientras tanto, son un arma de negociación política internacional para el presidente y una fuente de ingresos para la otra mafia, la de la delincuencia organizada.
LOS ATRIOS.
Acaban de reponer el enrejado que se quitó hace años de la iglesia de San Felipe Neri. Es un acierto. Ahora lo mismo se debe hacer con los demás templos. Devolver los enrejados a esos centro de culto es devolverles la dignidad. Desde payasos hasta políticos se apropian de algo que no les pertenece. La gente tiene derecho a profesar sus creencias en paz.
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