Néstor Y. Sánchez Islas
No necesitamos la declaratoria oficial de emergencia por la epidemia de dengue que golpea Oaxaca para saber que estamos en una. Es suficiente la información que circula a través de diferentes medios y plataformas para escuchar a la gente que se queja de la enorme cantidad de casos para saber que estamos en medio de ella desde hace semanas, hoy agravada por el inicio de la temporada de las lluvias del verano oaxaqueño.
Todos los sabemos, el dengue es una enfermedad, pero no solo es viral sino también de desigualdad y pobreza. Es una consecuencia de los malos servicios públicos, o inexistencia de ellos, como lo son el del servicio de agua potable o de los deficientes servicios de recolección de basura. Quienes tienen la fortuna de tener mosquiteros, aire acondicionado, agua entubada y la posibilidad de fumigar sus casas pueden estar tranquilos porque el mosco no entrará en sus hogares. Es un problema regional de salud, una consecuencia de la pobreza ancestral y de la eliminación del Seguro Popular que dejó sin servicios a muchos millones de mexicanos que hoy deben atenderse en servicios privados y cuyo gastos no reponen las pensiones del bienestar.
El dengue no es nuevo y, por ello mismo, el gobierno debería mantener campañas permanentes de información, cosa que ha hecho, pero limitadas y de mala calidad. Se sabe de una epidemia en México en 1941 y de la erradicación del vector en octubre de 1963, según lo decretó el presidente Adolfo López Mateos, cosa que provocó que la autoridad se durmiera en sus laureles y a finales de la misma década iniciara el repoblamiento del mosquito, pero no en el campo sino en las zonas urbanas, cinturones de miseria que empezaban a crecer alrededor de las ciudades. En el caso de Oaxaca, la llegada de turismo y la mejora en las vías de comunicación son un factor que potencia la crisis de salud.
El dengue es actualmente un padecimiento urbano por la sencilla razón de que nuestro país dejo de ser campirano hace mucho. El mosco se reproduce no en los ríos sino en los cacharros que tenemos en nuestros hogares: cubetas, macetas, envases, tinacos, cisternas, basura acumulada o recipientes artificiales. El zancudo tiene sus particularidades y eso debería informar el gobierno. Sus costumbres son diurnas, pica por las mañanas o antes de anochecer no durante la noche. Normalmente no zumba en los oídos, es decir, es más discreto y le gusta volar cerca del suelo, lo que hace que la mujer sea más vulnerable por usar vestidos o no ponerse calcetas o calcetines con los zapatos.Normalmente se cría en sitios oscuros y húmedos.
Contrario a lo que difunde la autoridad, la fumigación resuelve poco, no es una solución total. Por un lado, el efecto dura cuando mucho tres días y nos deja una falsa sensación de seguridad. En una semana la población de zancudos se habrá repuesto y el problema persistirá. Además, todos aquellos mosquitos que no mueran podrían desarrollar resistencia a los insecticidas. Los huevos del zancudo pueden resistir cierto grado de frío o calor, es decir, no mueren tan fácil y una zancuda infectada puede transmitir el virus a sus huevecillos, por lo que existe la probabilidad de que nazcan ya infectados. Esta información no la difunde la autoridad y hay que reconocer qué mucho de la prevención depende de la propia gente que deben revisar continuamente sus casas en búsqueda de posibles sitios de anidación y reproducción. A la mala gestión gubernamental hay que sumar nuestra indiferencia mientras no seamos afectados directamente.
Apenas el 17 de junio, de acuerdo con un boletín del mismo gobierno estatal, se puso en marcha el plan emergente porque ocupamos el lugar 19 en el país por dengue no grave, pero el lugar 10 en dengue grave por casos confirmados. Como consecuencia, el gobierno dice que hará vigilancia epidemiológica. Hay que recordar que desde principios de este año se sabía el aumento inusual de casos en Oaxaca, pero los recursos seguramente se destinaron a las campañas políticas en lugar de trabajos de información a la población, equipamiento de hospitales y reforzamiento de laboratorios públicos para distinguir el serotipo que predomina en Oaxaca. Como es costumbre, el gobiernode Oaxaca actuó tarde y mal.
CUIDADO CON EL SAT.
Gracias a una plática con el fiscalista y abogado Gerardo Rodríguez Hernández nos enteramos de la sigilosa entrada en vigor de una nueva obligación fiscal para algunos contribuyentes. Consiste identificar a quienes deben ser considerados como “Beneficiarios controladores” y elaborar un expediente que formará parte de la contabilidad y cuya información deberá entregarse al SAT. Esta obligación es parte de las acciones contra el lavado de dinero que México está implementando junto a otros países y que el SAT empezará a auditar. Para no caer en incumplimiento habrá que acercarse a algún especialista porque las multas aplicables son muy altas.
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