Redacción/Zona Roja Cdmx.
Ciudad de México, a 27 de junio de 2024.- En 2006 la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) libraba un combate contra el gobierno del estado, específicamente contra el entonces gobernador Ulises Ruiz Ortiz, a quien los protestantes acusaban de fabricarles delitos, malversar fondos y orquestar el asesinato de dirigentes sociales.
El padre de la escritora Karina Sosa fue encarcelado y vituperado por participar en esas protestas.
Dieciocho años después, Karina Sosa recupera esa convulsa época y la retrata en “Orfandad” (Penguin Random House), una novela que entre la ficción y la realidad habla sobre paternidad y la siempre cambiante ciudad de Oaxaca.
—“Orfandad” toca varios temas, pero la paternidad parece el principal.
—La historia inicia cuando mi padre participa en las protestas de la APPO, que solicitaba que Ulises Ruiz renunciara al puesto de gobernador, y de su injusto encarcelamiento. Eso fue lo que traté como centro de la novela, pero como pretexto para hablar de las rupturas, separaciones y de las grietas que hay en las familias y las instituciones. Todo se puede resquebrajar y va dejando una orfandad.
—¿Qué violencias son las que retratas?
—Primero, el encarcelamiento de mi padre que estuvo preso en el penal de Almoloya y luego en uno de Oaxaca, los dos lejos de nosotros.
“Otra violencia fue la estigmatización hacía nosotros, la persecución por ser familiares de un hombre que participo en el movimiento. Lo acusaron falsamente de delitos que no cometió para que fuera a la cárcel.
“Todos esos agravios fueron olvidados cuando mi padre salió de la cárcel probando que no era responsable de ninguno de esos delitos.
“Esa injusticia me llevo a preguntarme qué es lo justo y cómo alguien puede dejar atrás a su familia para dedicarse a aquello en lo que cree”.
—¿Qué tanto se relacionaban tú y tu papá con las protestas?
—Él llevaba muchos años apoyando en distintos movimientos de izquierda, él mismo participó en la fundación del PRD en los 90. Y yo lo acompañaba a las marchas en algunas ocasiones. Observaba como la gente salía a las calles y protestaba, era algo natural.
“De todo eso quise escribir y por eso la protagonista de ‘Orfandad’ se pregunta si quienes protestan tienen la razón o son los otros.
“Esa pregunta me parece muy importante porque podemos estar en contra de las formas de protestar, pero eran necesarias, vitales para seguir viviendo en Oaxaca, donde había un gobierno autoritario y asesino.
“En su momento todo eso me pareció natural, pero ahora lo veo como algo estridente, y no porque seamos miedosos, sino porque la protesta aniquila tu forma de vivir y te condena al estigma, a ser el inconforme.
—¿Cómo es tener a un padre activo en un movimiento social?
—Confrontativo. Fue difícil observarlo por el estigma que le sembraron en los medios: él como causante de todos los males de Oaxaca.
“Cuando mi papá salió de la cárcel hubo una campaña negra para estigmatizarlo aún más, lo responsabilizaron a él y al movimiento de la crisis económica que hubo en 2006 y 2007 en Oaxaca. Fue una estrategia para decir que nadie debía manifestarse y que uno debía soportar los agravios.
—La otra gran protagonista de “Orfandad” es Oaxaca.
—Para mí la ciudad es un organismo que se reconstruye a sí mismo y que se salva de todos los pesares que la atraviesan, que se recupera de todas esas enfermedades que somos sus propios habitantes. Pienso en Oaxaca como un sitio sagrado que hemos olvidado a pesar de la carga identitaria tan fuerte que tiene.
“Todos los desastres que le puedan ocurrir a Oaxaca no la marchitan, sino que ella misma se reconstruye cada día. Yo quería hablar de como su belleza la sobrepasa.
“La Oaxaca de la novela es caótica porque está habitada por todo aquello que nunca quiere ser visto. Aquello que los gobiernos no muestran cuando promueven el turismo: las orillas y los pobres que siempre hemos estado y que nos mostramos con rebeldía y ganas de ser vistos.
“Por eso en las protestas la gente que tenía desaparecidos y presos políticos se sentía acompañada”.
—¿Ha cambiado algo desde ese 2007?
Observo una Oaxaca siempre cambiante, pero también con los mismos problemas. Pese a todo la ciudad, como organismo, siempre está deseosa de generar arte.
—¿Descubriste algo tuyo después de escribir “Orfandad”?
Que lo único que salva son los libros. Imaginar el mundo desde las palabras y las artes es lo que no ayuda a sortear toda esta atrocidad.
(Información de “Excélsior”)