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Opinión. Los caballos de verdad

por Agencia Zona Roja

Diego Enrique Osorno*

Caballos suelen irrumpir en diversas obras montadas por Luis de Tavira.

—¡Caballos de verdad galopando en la escena!— exclamó un amigo del mundo teatral cuando hablábamos del maestro y director. 

Seguimos con la charla en la antigua fábrica de Marinos sobre el problema de la verdad.

—Tocas uno de los más graves problemas de la crisis espiritual de nuestro tiempo, a la que se refería Michel Foucault en aquella distinción entre las palabras y las cosas, los signos y las cosas. Hemos confundido las palabras con las cosas. En el fondo, eso de lo que habla es de que hemos perdido la realidad, hemos vuelto sinónimos realidad y verdad. Igualmente decimos “esto realmente fue así”, que decimos “esto verdaderamente fue así”.

A mí, por ejemplo, me ha gustado introducir caballos en escena y dicen: “Es que Tavira metió un caballo de verdad”. ¿Cómo que un caballo de verdad? Es un caballo real, ¿no?, entonces, creo que la confusión es que llamamos real a lo que pensamos que es verdadero y no, no es así. La realidad simplemente es o no es, la realidad no es falsa ni verdadera, a la realidad le toca ser o no ser, es decir, la realidad está ante la nada.

La verdad, en cambio, es eso que llamamos realidad para alguien, es decir, es atribuible al sujeto, a la verdad del sujeto que intenta acusar a lo real de algo, no es lo que ese algo sea, sino lo que es para alguien. Aristóteles, contra su maestro Platón, decía: “Amigo he sido de Platón, pero he sido más amigo de la verdad”, cuando se empieza a plantar ante el idealismo que descree de la realidad, de todo el cielo de las ideas universales como el del bien y del mal, que son ideas universales, ideas innatas, pero descree totalmente de esto que llamamos realidad; para Platón es el engaño de las sombras en las paredes de una caverna, en cambio, el optimismo científico de Aristóteles no solamente afirma la realidad, sino, ante todo, la posibilidad de conocerla. Aristóteles dice: “Hemos venido a la existencia para llegar a saber acerca de lo que es, cómo es”, y aquí está el realismo de querer saber acerca de lo que es y cómo es.

Como dicen las abuelas, que suelen ser aristotélicas:

— “Mijito, las cosas son como son…”

— “Las cosas no son como tú quisieras…”

— “Las cosas no son como te las contaron…”

— “Las cosas…”

La pretensión del conocimiento, de llegar a saber de lo real, es la posibilidad, o no, de conocer a algo como es, más allá de lo que sea tu postura como sujeto de ese conocimiento y claro que por eso Aristóteles es el padre de la ciencia. La ciencia pretende establecer lo que es, del modo probable, por eso tiene que acotar el horizonte de lo que intenta saber. Siempre hay de aquí a acá, de aquí a acá, podemos afirmar esto y buscarlo con exactitud, con precisión, y cuando algo llega a ser ciencia, entonces se puede predecir, como la criminología…

—¿Puede seguir desarrollando más esto a partir de la criminología?

—Cuando la criminología pretende ser ciencia, formula el concepto del asesino serial, por lo tanto se puede predecir lo que va a hacer, a partir de que ha conseguido comprobar, con precisión y con medida, es decir, lo puede cuantificar, lo puede medir en términos manejables, al grado de que puede predecirlo.

Si hay algo en algún conocimiento que no lleva a poder predecir lo que va a pasar, pues ya no es científico, pero el propio creador del realismo, Aristóteles, escribió ese maravilloso libro que está allí y que entendemos tan poco, a quienes nos toca, y al que llamamos Poética, el cual tiene que ver con la pregunta de por qué los seres humanos inventaron el teatro, o inventaron la poiesis, que vendría a ser aquí la palabra para nombrar a la ficción y que, Aristóteles dice, es una vía privilegiada de conocimiento.

Si hacemos ficción como una vía privilegiada de conocimiento, lo que a mí me deja claro es que los creadores de ficción perseguimos una verdad que está reservada a la ficción, porque si la verdad que busca la ficción es la misma que busca la ciencia, o es la misma que busca el periodismo, pues entonces sobra, por lo tanto hacemos ficción, o caminamos hacia la ficción, porque hay una parte de la verdad sobre lo real que se escapa a la ciencia, que se escapa a lo que puede indagar un periodista o un detective. Hay algo que solo podemos alcanzar en la experiencia de eso que llamamos lo ficticio, para lo cual habría que entender qué queremos decir por ficticio.

Ante esto, yo creo que el asunto tiene que ver con que primero hayamos distinguido que realidad y verdad no son lo mismo y que la oposición de la ficción no es a la verdad, sino a la realidad. De pronto, el locutor del partido de futbol ve que el holandés se está colando en el área y se cae y dice el locutor: “¡No, no, no!, ¡ni lo tocaron, ni lo tocaron! Está buscando el penal, ¡está haciendo teatro!”, y la gente entiende que hacer teatro es engañar al árbitro, o sea mentir y ahí es donde hemos malentendido todo.

La ficción no se opone a la verdad, la ficción se opone a realidad, es decir, la ficción, ciertamente no es la realidad, pero en cambio es todo lo demás. La ficción es producción de verdad y de una verdad que solo en la ficción podemos alcanzar acerca de lo real, sino que ninguna otra vía de conocimiento puede alcanzar: ni la ciencia ni la indagación ni la documentación ni el periodismo…

Es esta otra sustancia de lo inefable, de lo invisible, de aquello que solo se alcanza, diría Aristóteles, en el “pensamiento analógico”: Yo, viendo a quien veo, en él veo a quien no veo, es decir, yo, al ver, por ejemplo, al camarada que está ahí, viéndolo a él, puedo en él saber de la existencia de su padre, a quien no veo, porque él es respectivo de alguien que fue su padre, de manera que en una cosa veo a la otra.

Por eso, lo que no podemos decir de una manera directa y comprobable, lo decimos a través de metáforas, es decir del pensamiento analógico, pero también de la metonimia, porque la metonimia es aquella creación de algo que en su nimiedad es capaz de contener el todo.

*Escritor y periodista.

@DiegoEOsorono

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