Soledad Jarquín Edgar*/SemMéxico
Hay de besos a besos. Hay besos de amor, de cariño sincero, de euforia, de alegría, de ternura, pero también los hay grotescos, malintencionados, llenos de violencia.
Tenemos besos que trascienden los tiempos. Besos religiosos como el “beso de Judas” o el beso de la traición.
“En el arte el Beso” de Gustav Klimt, la imagen “icónica” del amor romántico.
El beso no consentido de Luis Rubiales, ex presidente de la Real Federación Española de Futbol a la jugadora Jenni Hermoso. El caso de acoso sexual llegó a los tribunales, el castigo fue de poco más de dos años de cárcel, el empresario español fue detenido en abril del 2024.
Otro beso famoso por inesperado fue el que Madona le dio a Brintey Spear en 2003, durante una presentación de los MTV Video Music Awards. La reina del pop repetirá el beso con Cristina Aguilera.
Pero nada como la canción “Bésame Mucho” de la compositora mexicana Consuelito Velásquez. Cantada por primera vez en 1941 por Emilio Tuero Cubillas en la Hora Azul. La canción mexicana más traducida a otros idiomas, otro “ícono” de la cultura del amor romántico.
Sin duda en la fotografía, la más reconocida es el beso de Enfermera y Marine de Alfred Eisenstaedt, tomada en 1945, tras el anuncio del fin de la Segunda Guerra Mundial, en la ciudad de Nueva York y publicada por la revista “Time”.
De todos y muchos otros besos, nada como el beso del patriarca, que encierra todos los simbolismos del poder y, claro, de la subordinación, justificados como alegría y euforia.
El presidente Andrés Manuel López Obrador besa tres veces en la mejilla a Claudia Sheinbaum, la presidenta electa, en solo unos cuantos segundos cuando la recibe en el Palacio Nacional el pasado lunes 10 de junio, tras la elección del pasado 2 de junio.
Ese mismo día en medios digitales y televisión o al día siguiente en buena parte de la prensa escrita es la fotografía del tercer beso de bienvenida la que más se publica. La fotografía capta lo que el ojo humano es incapaz de ver. Y es cierto. El presidente aprieta sus labios a la mejilla izquierda de Sheinbaum, quien igual de eufórica no deja de sonreír y saludar a la gente que está metros atrás para vitorear a la virtual presidenta de México, además de escucharse el clásico “es un honor estar con Obrador”. En apariencia el beso no le incomoda.
El beso de López Obrador a Sheinbaum ha sido nombrado como “el beso del patriarca”. Es el padre político que recibe a la hija triunfadora. El patriarca es el jefe, casi el creador, el que ordena, el que manda, el que pone y quita, el que decide y sí, el que tiene la última palabra, pues sí, dirán, es el presidente.
En un país tan machista como México, cobra realidad el patriarcado con el ejercicio del patriarca.
Gerda Lerner explica en “El Origen del Patriarcado” como en cada etapa de la humanidad se implantan normas y valores que dan un lugar sin poder a las mujeres, mientras la estructura social es construida por los hombres y para ellos.
El gobierno que iniciará pronto Claudia Sheinbaum es simbólicamente la ruptura del patriarcado político, tras 200 años México tendrá una presidenta, una grieta en la hegemonía masculina, el poder tomado a través de guerras, reformas y revoluciones, a través de siglas distintas de organizaciones políticas, sucesos “históricos” que nos dieron “patria” y todos hechos por hombres. A nuestros oídos es marginal la presencia de mujeres en la historia mexicana.
Finalmente, una mujer al frente. Detrás seguirá el patriarcado, No se puede pensar que el dinosaurio está muerto, como tampoco estará dormido y esa presencia abrumadora de los señores del poder no será culpa de la presidenta electa, porque el patriarcado es una estructura de organización y dominación…una costumbre histórica; tuvo un comienzo y tendrá un final.
Sin embargo, algo tendrá que moverse en los próximos seis años, sacudirse al patriarca besucón y todo lo que hoy implica o pretende continuar, sería un buen comienzo. Como dice la historiadora citada, (Sheinbaum como todas tiene que quitarse) al gran hombre que “todas tenemos en nuestra cabeza” … avanzar en ese cambio de conciencia…poner en el centro a las mujeres y detener, en la medida de lo posible, el pensamiento patriarcal.
Lo primero entonces: nunca más, ni un beso a la fuerza, sea robado, inesperado, sin permiso… Me pregunto, Andrés Manuel López Obrador ¿habría besado a Marcelo Ebrard si este hubiera sido el candidato? ¿o besaría con igual enjundia a Mario Delgado? No, claro que no, nunca.
*Periodista y activista feminista.