Néstor Y. Sánchez Islas.
El peso económico de la producción artesanal de sal en las Salinas del Marqués palidece ante los montos de las enormes inversiones que se realizan en el puerto de Salina Cruz y las obras que se realizan para ampliar su capacidad y renovar el ferrocarril interoceánico.
Pero contrario a la escasa importancia económica tenemos que su importancia histórica, social y cultural para la región es trascendente puesto que es la que le otorga identidad a la zona. El puerto lleva el nombre de Salina Cruz por las salinas que han existido ahí desde hace siglos.
Gracias al trabajo de la Maestra Adela Alarcón Romero, investigadora de la Universidad del Mar, pude conocer un ensayo sobre la pérdida de identidad territorial de 1500 familias dedicas a la cosecha de sal ante el imparable avance de las obras portuarias y, dado que las salinas ocupan una superficie de más de 600 hectáreas de tierras justo a orillas del nuevo rompeolas, el riesgo de que puedan ser expropiados en el futuro por el gobierno federal para instalar parques industriales los hace temer por su comunidad salinera.
Los antecedentes de la extracción de sal se remontan a varios siglos atrás, en las épocas prehispánicas, y su proceso sigue siendo tan artesanal como antaño que depende de la evaporación solar, la fuerza de sus brazos y piernas y sus rústicas herramientas de madera. Llegaron a producir hasta 30 mil toneladas, pero tanto las obras del rompeolas, la contaminación provocada por la refinería, por los buques y sus descargas además del cambio climático que ha movido los ciclos de lluvias, su producción se ha desplomado.
De acuerdo con la Maestra Alarcón, los salineros se ven a sí mismos luchando ante la globalización en solitario y sosteniendo su identidad territorial ligada a sus tradiciones. Ahí no hay porteños ni “xhuncos”, independientemente de su origen, todos son salineros. Consideran que el discurso oficial se concentra en atraer el capital trasnacional y abrir grandes rutas para la circulación de mercancías en las que el Corredor Transístmico juega un papel central.
Mientras no cosechan sal, a la mayoría de ellos se dedica a la pesca, actividad que también se vio afectada por el rompeolas que, de acuerdo con ellos, “mata la corriente marina y el mar que anteriormente tenían cerca, ahora se aleja poco a poco”.
No se oponen al desarrollo, pero temen que en caso de que pierdan sus fuentes de ingresos terminen por emplearse en las futuras industrias en las posiciones y con los salarios más bajos, por lo que han tomado conciencia social del cuidado de sus salineras y de la identidad que les proporcionan. Debemos tener claro que para las comunidades indígenas su relación con la tierra y la naturaleza es muy diferente al concepto que se tiene desde la cosmovisión occidental puesto que la riqueza, para ellos, no necesariamente se mide en la acumulación de capital. Por ello mismo, la comprensión hacia su postura respecto de la pérdida de la identidad territorial debe ser generosa y comprensiva.
No sería el primer caso de desplazados dentro del territorio oaxaqueño por obras debidas a la modernización. Jalapa del Marqués y los desplazados por la construcción de la presa “Benito Juárez”. La Chinantla y la construcción de la otra presa, la Cerro de Oro. Ambos hechos dejaron afectaciones, inconformidades y rencores que persisten hasta la fecha. A nivel nacional, los campesinos afectados hace 60 años por la construcción de la autopista México-Puebla y hace 18 años por la del Arco Norte, acaban de provocar enormes bloqueos y gran caos social y económico por varios días como consecuencia del desplazamiento o despojo de sus tierras comunales.
La pérdida de identidad territorial provoca desarraigo cultural porque la relación que tienen los salineros con sus tradiciones está ligada a sus tierras. La migración forzada deriva de ello causa fragmentación social por la dispersión de sus habitantes. Perder sus salinas, para ellos, es perder su medio de subsistencia que se convierte en un impacto psicológico y emocional como el que sufre todo aquel que se queda sin trabajo.
Los conflictos sociales, como bloqueos, son una consecuencia común del despojo de tierras porque lo ven como una forma de resistencia, aunque a los demás nos parezca muy molesto e irritable. Al debilitarse de identidad colectiva quedarán en manos de las empresas que los quieran emplear y sujetos a los bajos salarios que devengarán por su falta de estudios.
Quizá el destino de 1500 personas no sea mucho para algunos, pero para cada uno de ellos es una tragedia. Piden respeto y reconocimiento a sus derechos territoriales y políticas públicas que los incluyan. Temen que en el futuro esas casi 700 hectáreas que ocupan sean motivo de especulación inmobiliaria y, en todo caso, desean un trato justo, que se respete la relación de siglos que los zapotecas tienen con esas salinas y una alternativa laboral para su futro.
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