Néstor Y. Sánchez Islas
¡Ah, las cabañuelas! Un asunto que nos atañe a todos. Las cabañuelas son un método ancestral de adivinación meteorológica. Sí, ¡adivinación! Como esos juegos de azar que tanto nos gustan, pero con la seriedad que impone la naturaleza. Se basan en la observación de los cielos y los vientos durante los primeros días de enero, cual libro abierto del destino climático.
La sabiduría popular, cual libro sagrado, nos dice que las cabañuelas son un juego de probabilidades, un volado al aire. A veces aciertan, a veces no. Pero, como todo juego, tienen su encanto y su misterio.
Sin embargo, lo que ahora nos interesan son las cabañuelas políticas. Si tomamos en cuenta lo sucedido a lo largo del mes de enero como un aviso de lo que nos espera para el 2026, hay motivo de preocupación porque se cumplirán 20 años de la asonada sindical de 2006.
Tomemos en cuenta el contexto y pensemos cuáles son las probabilidades de que vuelva Oaxaca a ser víctima del enfrentamiento entre una mafia sindical contra otra ahora en el poder sabiendo, además, que del amor al odio hay solo un paso entre los que hace años fueron aliados.
Más allá de las acciones de personajes particulares, como Flavio Sosa o la dirigente Yenny Pérez, ambos profundamente involucrados en la violencia, hay que ver que se están dando situaciones en lo general que pueden conducir a un clima de profunda inestabilidad política. El hecho de que existan probabilidades no quiere decir que así deba ser.
El gobierno estatal atraviesa una profunda crisis tanto en Oaxaca como en la CDMX, sede real del poder político nacional. La conducta de quienes prometieron ser diferentes pero que han repetido de peor manera los vicios de los anteriores gobiernos le pasa factura a la gobernabilidad de esta administración.
Son evidentes los excesos de nepotismo de la mayoría de los funcionarios públicos, incluido al gobernador. Las redes sociales no se cansan de exhibir hasta con fotos a la gran cantidad de familiares en puestos de todos los niveles. A la titular de turismo le han documentado una serie de excesos y falta de capacidad. Al titular del IEEPO le encontraron que renta un hotel de lujo completo en San Felipe para él solo. A la SEMOVI su inutilidad, corrupción y abusiva policía vial. A otras instituciones el uso de empresas fachada e inclusive, boletinadas por el SAT o, la ola de asesinatos y crimen en aumento. Las acciones y omisiones de esta administración provocaron que mucha gente les diera la espalda y lo manifiesta diariamente en los medios a su alcance.
En la capital del país las cosas no pintan bien para este gobierno. Bastan dos ejemplos. El diario La Jornada le dedicó la nota de ocho criticando sus políticas de seguridad. La semana pasada lo remató Luis Hernández Navarro y su artículo “La marchita primavera”. Dado que el medio es el mensaje, no es casualidad que haya utilizado ese periódico para mandarle un fuerte aviso al gobierno de Oaxaca. La otra señal de gran debilidad es la identificación de Jara con Rubén Rocha desde la prensa nacional en la que los colocan como los peores gobernadores del país y piden su relevo inmediato.
Sin embargo, esta situación de debilidad no es para festejarse porque de una u otra manera usted y yo pagaríamos el pato ante las señales de la Sección 22, que ya olió la sangre de su probable víctima, nos recetó esta semana otra de sus añejas, molestas y setenteras dosis de bloqueos, caos e inestabilidad. Podemos simpatizar o no con el gobernador, pero Oaxaca no necesita otro 2006 que de heroico no tuvo nada.
El año próximo tendrán pretexto para salir a las calles a festejar lo que ellos llaman lucha pero que nosotros calificamos de terrorismo y que, al final, no dejó beneficio alguno más que a los mismos sindicalistas que han recibido prebendas enormes y, a sus socios de la APO, que les permitió llegar al poder manejando la vieja narrativa victimista, patriotera y degradada del viejo populismo de izquierda.
A un año de distancia y analizando el contexto actual no es exagerado pensar que el 2026 será de agitación. El gobernador, debilitado como está, no se moverá si no existe la voluntad desde la CDMX. Podemos decir en prensa y redes sociales muchas cosas, pero su futuro depende de quién despacha en Palacio Nacional o en Palenque más que de nosotros.
La lucha interna de Morena puede volver a colocarnos al centro de un conflicto como el que tuvieron Ulises Ruíz con Murat en 2006 y hoy podría ser entre Jara y los Murat. Resulta paradójico que los que hace 20 años pedían la salida del gobernador en turno hoy sean ellos los que la gente pide que se vayan.
Las cabañuelas son parte de nuestra cultura, como los tamales y el mezcal. Son una tradición que nos conecta con nuestros antepasados, con su sabiduría y sus creencias, pero no dejan de ser un juego de azar y hay que entenderlas con precaución.
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